Amaro Casanova, diseñador de moda.
Por Maritza Espinoza.
¿De qué te sirvió la arquitectura en el diseño de moda…?
El estilo siempre fue uno de mis principales intereses. Y era consciente de que las bases que tenía estudiando arquitectura me iban a ser útiles para cualquier actividad que quisiera desarrollar ligada al diseño.
Es la base, ¿no?
Sí, mi diseño es superestructural, muy arquitectónico. Mis bocetos son superlineales y muy frontales, muy laterales. Yo todavía sigo trabajando sobre papel mantequilla, así a mano. Y sigo sintiendo la necesidad de hacer un plano, porque si no la gente no va a tener la correcta interpretación de él.
Tú haces moda cotidiana, que uno no concibe como muy estructurada, ¿no?
Para mí es superimportante que la gente no solo use una prenda mía en un momento especial, como un matrimonio o un evento, sino que la pueda acompañar día a día, llevar una prenda de diseño al trabajo, al cine o donde vaya.
¿Cualquiera puede acceder a eso?
Esta onda de cotidianidad la manejamos mucho en nuestras asesorías a las que viene, por ejemplo, una abogada o un empresario que no tiene tiempo, pero sí una idea muy clara de su estilo.
¿Se establece un vínculo contigo?
O sea, yo realmente sé a dónde viaja, quién es su familia. Así que, en base a eso, me dice: bueno, tú ya sabes mi vida y necesito que me mandes las prendas para esta temporada. Es un proceso en que vamos construyendo todo un armario, porque, de una temporada a la otra, le digo: ya tienes esta blusa, ya tienes este pantalón y ahora vamos a complementarlo con esto, con esto, con esto.
¡¿Te puedes acordar de las prendas de cada uno de tus clientes?! (Risas)
No hago esto con cada uno de mis clientes, pero sí con los que hago este tipo de asesorías, sí. Aparte, es entretenidísimo. Cada cuatro meses nos encontramos en su walking closet y nos decimos: ¡ya, vamos a hacer los outfits de los próximos cinco eventos y cuatro semanas! Ordenamos todo y decimos: ¡ya, perfecto, chau!
¿Les agarras cariño a tus clientes?
¡Ah, por supuesto! Con muchos resultamos ser amigos. A la mayoría de mis novias, si es que puedo, yo mismo las visto el día de la boda. Le pongo el velo, la veo entrar a la iglesia y le digo: ¡a volar! (simula un beso volado).
Y has vestido gente de la tele, ¿no?
Fue una linda experiencia vestir a Mónica Zevallos en Vale la pena soñar. No me imaginaba que fuera tan dulce. De hecho, la recuerdo con cariño y estos programas entretenidísimos en los que se convertía en hada madrina y te cumplía tus sueños y todo este tipo de cosas.
¿Diseñabas a partir de esa idea?
Era entretenidísimo. Porque, aparte, el inicio de este proyecto era todo lo contrario a lo que normalmente hago. Para la gente ella era alguien realmente… ¡inalcanzable!
Podría pensarse que el mundo de la moda es mucho glamour, pero frío, ¿no?
Eso es relativo. Con el tiempo, por lo menos en mi caso, me doy cuenta de que cada vez soy más sencillo y me gusta disfrutar de las cosas más simples. Me encanta el arte, viajar... Y me gusta comer y me gusta bailar. Si nos vamos a bailar, voy a estar feliz por horas.
Tenemos una industria de moda pequeña. ¿Qué le falta?
Pensar en qué le falta a mí me resulta un poco… necio. Lo que hay que hacer es ver lo que podemos hacer por ella. Los mercados los tenemos que construir e inventar. Crear nuevas situaciones y condiciones. Acostumbrar al público a una propuesta diferente.
¿Qué tanto se ha avanzado en eso?
Yo creo que mucho. El hecho de que ahora yo pueda tener un atelier en el que desarrollamos diferentes líneas de ropa –una en tejido, otra en alta costura, otra en novias y otra en prendas cotidianas– ya de por sí es bastante.
A propósito, ¿qué marca esta colección que vas a presentar?
Inaugurar el nuevo atelier junto a esta colección es superimportante, porque está inspirada en mi abuela que, de hecho, es la figura más importante en mi vida. Ella era un personaje lleno de color y brillo y se vestía en colores y brillos. Por eso llamaba tanto la atención.
¿Y cómo marca ella tu colección de este año?
A pesar de ser tan vibrante, colorida y brillante, la colección es muy discreta, porque la estoy viendo desde lo que yo percibía de ella. Esta es una colección que quiero partir en dos: la de otoño y la de primavera. La de otoño es la manera en que yo la percibía, y la de primavera va a ser la manera en que la gente la percibía.
¿La gente la percibía más llamativa que tú?
¡Exacto! Y el recuerdo que más intenso tengo es despertarnos temprano y tomarme media hora para ver cómo se maquillaba los ojos. Así que, básicamente, toda la paleta de color de mi colección ahora son las sombras que llevaban sus ojos.
Me hablabas de coincidencias en tu familia con número de trece…
¡Ah!, mi abuela siempre decía: yo nací un 13, me casé un 13, me divorcié un trece, viví en el 113, nuestra casa es el número 13. Cuando ella escogió dónde iba a ser enterrada, fue el número 13. Por eso decidí lanzar esta colección en este año 2013. Para mí el 13 es un número muy bonito.